lunes, 26 de agosto de 2013

Entre el cielo y la tierra, entre la tierra y el cielo... estamos.


Cuando el cielo está en la tierra,  la tierra nos parece el cielo,  y en el cielo no existe tierra como para poder estar juntos, confundimos la realidad y los sueños.

¿Por qué no podemos soñar en la tierra con un cielo real y dejar que la imaginación y nuestro razocinio, se las apañen solos?, ¿Por qué siempre hay mentes dispuestas a destruir con sus palabras que tu cielo se convierta en nubarrones, cuando tú lo ves del azul más puro que pueda existir? ¿Por qué hay mentes tan obtusas y retorcidas, que son incapaces de disfrutar y sentir lo bueno de un cielo en la tierra? Creo que sé las respuestas a estas preguntas y a la mayoría de ellas relacionadas con otras mentes… a veces hasta de mi mente también. Se tiene MIEDO, miedo a creer que ese cielo caiga, que esa tierra se convierta en agua… y todo se diluya como la lluvia, miedo a no saber si las nubes que tapan las montañas se disiparán soplando o quedarán perpétuas sin color alguno, miedo a lo que no se ve y a lo que se ve y no conocemos, miedo… que se convierte en maneras de vivir lejos de cómo quisiéramos vernos en realidad, de cómo soñamos años atrás, de cómo nos sentimos.
El reflejo del cielo en la tierra, o la tierra en el cielo, lo manejamos nosotros, las luces, los colores, los movimientos, las texturas, todo… todo… podemos controlarlo si realmente nos sentimos seguros de nosotros mismos, y creemos en que el miedo, es un sentimiento que con una sonrisa de frente se difumina y desaparece entre nubes en la arena.
Sigamos con nuestro cielo en la tierra.