miércoles, 14 de agosto de 2013

Pulp-Disney!!

Camiseta pintada a mano.

ADMIRACIÓN.






Siempre hay a quien admirar, un familiar, un amigo, un conocido aunque sea bastante desconocido, pero pocas veces, muy pocas, nos damos cuenta que nosotros somos la persona que otros admiran, la persona a la que observan de cerca, de la que cogen ejemplo, a la que quieren parecerse, de la que muchos darían lo que “creen no ser” por “ser” como uno mismo.
La lástima, es que no vemos nunca que la persona admirada, la persona que deberíamos admirar todos, somos nosotros mismos.
 Respiramos por nosotros, caminamos por nosotros, nos alimentamos por nosotros, vivimos por nosotros, sentimos por nosotros, o acaso… ¿somos tan idiotas que no vemos lo mucho que valemos? ¿Y somos tan imbéciles de admirar a famosillos llenos de estupidez aguda, a desconocidos  televisivos, que ni siquiera sabemos si su vida merece la pena  que sea observada por nosotros? ¿Somos todos estúpidos o es que hemos perdido el norte? Bueno… todos los puntos cardinales se pierden, si tu vida depende de la admiración que tengas por un personajillo que probablemente ni siquiera tenga el sentido común como para ser una persona coherente y saber que lo que hace es totalmente ridículo.

Llegados a este punto, elijo admirar a personas de mi alrededor, a personas con un millar de millares de sentimientos, de vivencias sufridas y disfrutadas, de amores sentidos, de triunfos y pérdidas a base de esfuerzos, de sueños y metas por conseguir, de besos y caricias desbordados en pieles ajenas y propias, de lágrimas de alegrías y tristezas, de presentes aspirados al mil por mil, de palabras gritadas y calladas, al igual que susurradas y olvidadas.

Hoy, he elegido admirar a mi gente: mi familia,  mis amigos,  mixico, mi gato.

Aún me queda un largo camino, aprender a admirarme a mí misma, a buscar lo escondido y demostrarlo, a saber que soy mucho en tan poca cosa, a encontrarme a mí misma en mi propia admiración.

Ese camino… le estoy recorriendo, despacito, quizás demasiado despacito, pero la meta… ¡llegará!