lunes, 26 de agosto de 2013

Entre el cielo y la tierra, entre la tierra y el cielo... estamos.


Cuando el cielo está en la tierra,  la tierra nos parece el cielo,  y en el cielo no existe tierra como para poder estar juntos, confundimos la realidad y los sueños.

¿Por qué no podemos soñar en la tierra con un cielo real y dejar que la imaginación y nuestro razocinio, se las apañen solos?, ¿Por qué siempre hay mentes dispuestas a destruir con sus palabras que tu cielo se convierta en nubarrones, cuando tú lo ves del azul más puro que pueda existir? ¿Por qué hay mentes tan obtusas y retorcidas, que son incapaces de disfrutar y sentir lo bueno de un cielo en la tierra? Creo que sé las respuestas a estas preguntas y a la mayoría de ellas relacionadas con otras mentes… a veces hasta de mi mente también. Se tiene MIEDO, miedo a creer que ese cielo caiga, que esa tierra se convierta en agua… y todo se diluya como la lluvia, miedo a no saber si las nubes que tapan las montañas se disiparán soplando o quedarán perpétuas sin color alguno, miedo a lo que no se ve y a lo que se ve y no conocemos, miedo… que se convierte en maneras de vivir lejos de cómo quisiéramos vernos en realidad, de cómo soñamos años atrás, de cómo nos sentimos.
El reflejo del cielo en la tierra, o la tierra en el cielo, lo manejamos nosotros, las luces, los colores, los movimientos, las texturas, todo… todo… podemos controlarlo si realmente nos sentimos seguros de nosotros mismos, y creemos en que el miedo, es un sentimiento que con una sonrisa de frente se difumina y desaparece entre nubes en la arena.
Sigamos con nuestro cielo en la tierra.

sábado, 24 de agosto de 2013

miércoles, 14 de agosto de 2013

Pulp-Disney!!

Camiseta pintada a mano.

ADMIRACIÓN.






Siempre hay a quien admirar, un familiar, un amigo, un conocido aunque sea bastante desconocido, pero pocas veces, muy pocas, nos damos cuenta que nosotros somos la persona que otros admiran, la persona a la que observan de cerca, de la que cogen ejemplo, a la que quieren parecerse, de la que muchos darían lo que “creen no ser” por “ser” como uno mismo.
La lástima, es que no vemos nunca que la persona admirada, la persona que deberíamos admirar todos, somos nosotros mismos.
 Respiramos por nosotros, caminamos por nosotros, nos alimentamos por nosotros, vivimos por nosotros, sentimos por nosotros, o acaso… ¿somos tan idiotas que no vemos lo mucho que valemos? ¿Y somos tan imbéciles de admirar a famosillos llenos de estupidez aguda, a desconocidos  televisivos, que ni siquiera sabemos si su vida merece la pena  que sea observada por nosotros? ¿Somos todos estúpidos o es que hemos perdido el norte? Bueno… todos los puntos cardinales se pierden, si tu vida depende de la admiración que tengas por un personajillo que probablemente ni siquiera tenga el sentido común como para ser una persona coherente y saber que lo que hace es totalmente ridículo.

Llegados a este punto, elijo admirar a personas de mi alrededor, a personas con un millar de millares de sentimientos, de vivencias sufridas y disfrutadas, de amores sentidos, de triunfos y pérdidas a base de esfuerzos, de sueños y metas por conseguir, de besos y caricias desbordados en pieles ajenas y propias, de lágrimas de alegrías y tristezas, de presentes aspirados al mil por mil, de palabras gritadas y calladas, al igual que susurradas y olvidadas.

Hoy, he elegido admirar a mi gente: mi familia,  mis amigos,  mixico, mi gato.

Aún me queda un largo camino, aprender a admirarme a mí misma, a buscar lo escondido y demostrarlo, a saber que soy mucho en tan poca cosa, a encontrarme a mí misma en mi propia admiración.

Ese camino… le estoy recorriendo, despacito, quizás demasiado despacito, pero la meta… ¡llegará!