... y sigue observandola, recorre sus pliegues de piel con la mirada, la acaricia con palabras susurradas, sorteando sus lunares y pecas.
Se sonríe al recordar sus muecas, expresiones que le encandilan, se recuerda a si mismo ¡cuanto la quiere!, y la sigue mirando con dulzura.
Ella duerme ignorante de sus ojos, alejada de ese momento, esos minutos que jamás conocerá, pero que su piel e inconsciencia sentirán.
Le escribe una nota, un "buenos dias", dos palabras llenas de querer, le prepara un desayuno, una flor y un café, la despierta con una sonrisa y un "te quiero" en su boca, y ella... comienza su sueño.