Allí estaba, otra noche, otro café solo, la misma sonrisa
enmascarada, los mismos ojos huidizos y agotados.
Así era, rostro redondo a juego con sus caderas, boca
chiquita como su secreto, ojos grandes como sus pechos, palabras escuetas como
sus besos.
Años, inciertos años los suyos, tanto como sus pensamientos,
arrugadas sus huellas, como sus sueños alejados.
Su mano… suave, pequeña, tímida y olvidad entre cuerpos
extraños, ¡ay sus manos…!
A expensas de otros, de carteras para vivir, de sábanas que
apuñalan, de gritos que amargan… de años sin tiempo.
Es mi puta, ella, la mujer que deseo, la única… y no la
tengo… y no lo sabe.